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Creaturasliterarias entrevista al autor pamplonés Miguel Izu por la publicación de su novela "El asesinato de Caravinagre".

 

     "Así que ahora digo que esto ya es un género: la novela policíaca sanferminera".

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Miguel, antes de nada, dinos: ¿Cómo es tu relación personal con el kiliki asesinado? ¿Guardas con respecto a él algún recuerdo de infancia o adolescencia?

 

  La relación que tenemos en Pamplona con todas las figuras de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos es muy familiar, parte del decorado de la ciudad y de las fiestas. No guardo especiales recuerdos, salvo que, como todos los niños, he corrido delante de ellos y me ha dado miedo que me zurrasen. Si me fijo en el personaje de Caravinagre probablemente es mucho más, porque ha ido adquiriendo protagonismo con los años, ha aparecido varias veces en los carteles de San Fermín y es el más retratado y reproducido.

 

 

 La novela tiene un marcado acento sanferminero y navarro. ¿Crees que viene a llenar un hueco en el panorama novelístico actual en nuestra lengua?

 

  Cuando tuve la idea (una novela policíaca ambientada en los sanfermines) me pareció que era original, porque no se había hecho antes. Existían algunas ambientadas en las fiestas (Urabayen, Hemingway, García Serrano, Tovoté…), pero respondían a otros géneros. Resulta que estuve rumiando la cosa varios años y cuando me puse a escribir ya había dos novelas que partían de la misma idea, aunque no las conocí y leí hasta después de que acabé la mía: Las lágrimas de Hemingway, de Reyes Calderón, publicada en 2005, y Un extraño lugar para morir, de Alejandro Pedregosa, editada en 2010. Así que ahora digo que esto ya es un género: la novela policíaca sanferminera. Pero comparando las tres hay una diferencia bastante evidente, las otras dos toman las fiestas de San Fermín como mero escenario, como ambientación costumbrista, y muchos de sus personajes, incluidas las víctimas de los crímenes, son foráneos, igual que ambos escritores (aunque Reyes Calderón vive en Pamplona desde hace años). Yo utilizo las fiestas para ahondar en la sociedad pamplonésa y navarra, en sus conflictos sociales y políticos, doy una visión más desde dentro. Y una visión que quiere ser crítica, utilizo mucho la ironía, saliendo de la autocomplacencia, que abunda cuando los navarros hablamos de nosotros mismos y de nuestras cosas, incluyendo los sanfermines.

 

 

 Cuando terminaste de escribirla, ¿sentiste algo en especial?

 

  Satisfacción, porque me resultó más fácil de lo que pensaba. Después de años de trabajarla en la cabeza, un año tomando notas y haciendo esquemas, en seis meses la concluí, y el texto respondía bastante a lo que me había propuesto inicialmente.

 

 

 ¿Cómo sueles vivir la Fiesta Grande de Pamplona?

 

  Pues tal como reflejo a través de los personajes de la novela, desde el almuerzo del día 6 de julio, antes del chupinazo, hasta el Pobre de Mí, el día 14: pateando la calle, cantando, bailando, comiendo, merendando, cenando, bebiendo con todo tipo de gente, asistiendo a todas las corridas de toros, yendo a algún concierto, alguna noche a los fuegos artificiales, viendo algún encierro, aunque muy frecuentemente por la televisión. Pero al igual que a algunos de los protagonistas del libro, los años van pesando y necesitas retirarte antes a casa y descansar más. Lo de que me amanezca andando todavía por la calle y empalmar con el encierro hace ya tiempo que no me pasa. Hay quienes creen que en sanfermines me dedico a escribir porque llevo quince años publicando una columna cada día en Diario de Noticias, pero están todas escritas antes de las fiestas, los sanfermines son una de las pocas épocas del año en que no escribo absolutamente nada.

 

 

 Desde tu punto de vista, ¿qué es ahora mismo y qué aspira a ser Navarra con respecto a España?

 

 Navarra es lo que ha sido siempre: un cruce de caminos en la ruta hacia Santiago y Finisterre, entre la península ibérica y el continente, con aguas que vierten al Cantábrico y al Mediterráneo, tierra de frontera en tiempos entre los reinos de Aragón, Castilla y Francia, luego entre España y Francia, de transición entre la montaña y el valle, entre la cultura en vascuence y la cultura en romance, rural e industrial, compleja socialmente, muy conflictiva políticamente, atrapada entre los nacionalismos español y vasco, obligada a mantener a ultranza sus fueros, que no sabemos muy bien qué son, pero que es lo que nos une, contradictoria, muy tradicional y muy heterodoxa, católica y anticlerical, difícil de entender tanto desde dentro como desde fuera. Un buen lugar para vivir, pero donde se paga el peaje de arrastrar una pesada identidad histórica y a veces histérica.

 

 

 Con sinceridad: ¿Cómo ves el panorama de las letras navarras? ¿Corren buenos tiempos para la lírica en la Comunidad Foral?

 

 Creo que el panorama es el de siempre. Pese a que somos una comunidad pequeña, hay (siempre ha habido) bastante gente que escribe, la mayoría con poca repercusión, porque estamos en la periferia de todo. Viviendo en Navarra sigue siendo difícil acceder al mercado editorial, pocos lo logran, sigue vigente eso de que hay que irse a Madrid o a Barcelona para hacerse oír o leer. Lo que se edita aquí suele ser en exceso militante y autorreferencial. Creo que hay, en diversos géneros, escritores de mucha calidad e insuficientemente valorados: Miguel Sánchez-Ostiz, Eduardo Gil Bera, Fernando Luis Chivite, Xabier Zabaltza, Ángel Urrutia, José María Romera, Javier Mina, Ramón Irigoyen, Jorge Nagore…, por nombrar algunos. Dejo aparte los que publican únicamente en euskera, que lógicamente tienen un público más reducido. Por otro lado, la crisis económica se ha notado, como en todas partes, es más difícil publicar. Precisamente una de las editoriales navarras a las que envié mi novela la desestimó amablemente, diciéndome que son malos tiempos para la lírica.

 

 Sus páginas están traspasadas de Historia, de política, de tradiciones... ¿Qué te llevó más tiempo, documentarse, elegir el tono narrativo, retratar a los diferentes personajes, redactarla...?

 

  Documentarme, en realidad, me ha llevado toda la vida. En esta novela vuelvo a tratar cuestiones a las que he dedicado muchos años de lecturas y una buena parte de mis libros anteriores, esta es mi primera novela, pero mi duodécimo libro en solitario (tengo también colaboraciones en obras colectivas, artículos en revistas técnicas y periódicos). La mayoría de los anteriores son ensayos en materia política y jurídica. Retomo temas que ya tenía estudiados aunque, lógicamente, los trato de otra manera. Luego me llevó varios años ir definiendo en la cabeza la historia y los personajes, y cuando lo tuve claro me puse a escribir. El tono narrativo probablemente es lo que me ha salido más espontáneamente.

 

 

 Desde Creaturasliterarias, afirmamos que existen muchísimas razones para leer tu libro, pero, de cara al futuro lector, ¿te atreverías a defender a capa y espada tan solo una?

 

 

  Es entretenido y divertido, me dicen los primeros lectores.

 

 

 A lo largo de su escritura, ¿llegaste a barajar en algún momento otros posibles finales, o la idea estaba bien clara desde el principio?

 

 La verdad es que el final es lo último que trabajé y de algún modo me salió impuesto por el desarrollo de la historia. No me planteé alternativas, porque me pareció que el desenlace era el natural.

 

 

 En tu tierra, no tenemos ninguna duda de que más que bien, pero, ¿cómo crees que funcionará la novela fuera?

 

 No tengo ni idea. Me gustaría que bien, la he escrito pensando tanto en quien conoce Pamplona y los sanfermines como en quien solo los conozca por los medios de comunicación y de forma lejana. Cada lector hace su propia lectura y a mí me resulta más fácil suponer las lecturas que harán los lectores que conozco y más difícil las de los que no conozco, así que estoy a la expectativa de cómo tomará el libro el lector de fuera de Navarra, si le interesará o no algo de lo que cuento. En todo caso, la intriga policial que impulsa el relato debiera funcionar igual en todas partes y con todos los lectores.

 

 

 Bajo tu punto de vista, ¿crees que la figura de Ernest Hemingway hizo más bien que mal a la fiesta de los sanfermines? ¿Por qué razón?

 

  Eterna duda, si Hemingway nos hizo un favor o una faena. Hizo los sanfermines más conocidos en el ámbito de lengua inglesa, pero es difícil valorar cuánta influencia real ha tenido en la cantidad de turistas que nos visitan. A estas alturas creo que tienen más eficacia para atraer visitantes los medios de comunicación que los escritos de Hemingway y es posible que sin ellos también los sanfermines se hubieran internacionalizado, entre otras cosas porque el encierro es un espectáculo muy televisivo. El propio Hemingway en 1925 echaba pestes porque él y sus acompañantes ya no eran los únicos turistas angloparlantes, como en los dos años anteriores. Habían aparecido algunos ingleses y norteamericanos que veraneaban en Biarritz e incluso vino el embajador norteamericano en España. En sus últimas visitas de los años cincuenta volvió a lamentarse de que tanto Pamplona como sus fiestas habían cambiado mucho. Los pamploneses nos seguimos quejando de la avalancha de guiris, que hasta crean números propios (tirarse desde una fuente o enseñar los pechos, como si estuviéramos en el carnaval de Nueva Orleans), pero es algo inevitable. Por otro lado, nos enorgullece tener unas fiestas tan internacionalmente conocidas. A mí lo que me resulta irritante es la explotación comercial del mito de Hemingway, que se ha multiplicado en estos últimos años, y la tabarra que dan los medios de comunicación sobre sus visitas y sus anécdotas, la mayoría falsas. Habría que dar un premio al corresponsal que sea capaz de escribir sobre los sanfermines sin nombrar a Hemingway.

 

 De poder convertirte en obra literaria, ¿qué libro serías?

 

 Vamos a los clásicos, me decanto por la Biblia, que son muchos libros en uno y que hablan de todo, de lo divino y de lo humano, en verso y en prosa, haciendo historia y tejiendo leyendas, en tono trágico, en tono dramático y hasta en tono cómico.

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